lunes, 23 de febrero de 2009
Pi: El orden del caos (1998)
Hace ya mucho que el cine independiente made in USA abandonó su espíritu emprendedor para seguir senderos más lucrativos. Las antaño pequeñas productoras decoran en la actualidad las vitrinas de las majors de siempre y en el patio de butacas del Festival de Sundance los ejecutivos pegados a sus teléfonos móviles y sus chequeras son hoy mayoría. Para encontrar nuevas ideas, para volver a sentir el riesgo puesto en ideas tan brillantes como suicidas o para toparse con el talento hay que mirar más abajo. El heredero de la antigua lucidez es un nuevo cine casi en el limite del underground. Son las películas producidas a base de sablazos y limosnas, montadas en los ratos libres con una moviola alquilada e interpretadas por amiguetes y familiares las que recogen el relevo de este cine sin inhibiciones, tan deudor de los productos clásicos como regenerador de los trabajos más contagiados por la fiebre de la taquilla. Dos ejemplos han llegado hasta nosotros en poco tiempo, primero fue la magnífica "El proyecto de la bruja de Blair" y ahora es "Pi" de Darren Aronofsky.
"Pi" es elogiable por muchos motivos y el primero de ellos es reconocer la temeridad de su creador a la hora de poner en imágenes un tema, a priori, tan árido como puedan ser las relaciones de un matemático desequilibrado con el medio que le rodea y su progresiva e irremediable obsesión con la teoría de los números. Aronofsky encuentra el contrapunto a lo arriesgado de la trama empleando el medio más cercano al espectador: dando a su obra aspecto de thriller de ciencia ficción (con lo que compone una excelente pareja con "Cube", otra gran película de mínimo presupuesto)
Así, combinado esquemas narrativos que podríamos calificar de clásicos con secuencias alucinatorias cercanas a la introspección onírica , el resultado es una película cautivadora, cargada de simbolismos y plena de lecturas. El protagonista de "Pi" vive entre dos universos y no se decide por ninguno pues aspira a la contemplación de la verdad en forma de cifras. La Matemática es para él su mundo y desdeña tanto la visión terrenal (su vecindario, los ávidos corredores de bolsa) como la espiritual del asunto (los cabalistas).
"Pi" es una película plagada de imágenes evocadoras y que logra reflejar de forma magistral una existencia enfermiza, obsesiva y autodestructiva plasmada en un contundente blanco y negro y acompañada de una banda sonora que, combinada con las imágenes, funciona como un fármaco sónico. Es cierto que algunos episodios son tratados de forma algo esperpéntica y que no todo el público entra en el juego que propone su director. A algunos "Pi" les parecerá un ejercicio de simpática pedantería, pero por lo que a mí respecta supone profundizar en la búsqueda de explicaciones alternativas a la realidad.
Darren Aronofsky, ayudado por la interpretación de Sean Gullete, consigue aquí un retrato cercano a la representación de la violencia psíquica y que plantea la no por sabida menos interesante teoría de la perdida de conocimiento, la estulticia casi, como método para alcanzar si bien no la perfección sí la felicidad. Por cierto: 3,1415926535... un número tan infinito e irracional como la imaginación del hombre.
4 estrellas
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