martes, 24 de febrero de 2009

El hombre sin pasado (2002)



Ciertamente cada hombre es dueño de un nom-bre y de un pasado, pero en este caso es como si Carl Th. Dreyer –o el francés Bresson– hubiese vuelto a la vida para ofrecernos una obra maestra, muy enraizada en los momentos actuales y válida también para cualquier tiempo y espacio. Un esti-lo minucioso que busca la esencia del len-guaje cinematográfico sirve para acercarse a una temática trascendente que aborda los problemas del individuo concreto, a la vez que lleva a cabo una refi-nada pero incisiva crítica a un capitalismo generador de marginados o a un sistema donde lo único importante es tener un nombre y una cuen-ta corriente. Una legislación si fondo ni moral que se queda en formulaciones vacías de sentido, una justicia laboral que impide precisamente la justicia con los trabajadores, una avaricia que invade incluso el mundo de los pobres, o una política de inmigración son también objeto de sus dardos, lanzados al más pu-ro estilo de los hermanos Marx, por eso lleno de mordacidad y eficacia.
Un hombre que viaja en tren a Helsinki es asaltado y golpeado brutalmente por unos delincuentes, hasta quedar moribundo y –a la postre– sin memoria. Una nueva vida, sin nombre ni recuerdos, da comienzo en medio de los más marginados de la sociedad, sólo con la ayuda de algún amigo y del movimiento del ejército de liberación: un incipiente amor, ligeras recuperaciones de memo-ria y un curioso robo en que se ve involucrado terminarán por devolverle a un mundo al que pertenecía, pero que deja mucho que desear.

La huella de Dreyer se revela desde los primeros planos, y asistimos a una repetición de la resu-rrección de "Ordet" –incluso con el mismo plano frontal lateral, en torno a la camilla–, en este caso en el hospital donde el hombre sin identidad es dado por muerto. Con fuerte sentido metafóri-co, Kaurismäki nos habla de la necesidad de volver a nacer, de despertar a una nueva vi-da desde la muerte para llegar al corazón humano; es ahí donde se inserta una preciosa historia de amor, el pri-mero para ambos protagonistas dado que él es un hombre nuevo, y que viene a servir de contrapropuesta a quienes piensan que el bienestar del capitalismo conlleva esa felicidad y ese amor. Pero esa resurrección precisa una muerte, un morir a una vida que ha conducido al protagonista a la desesperanza, razón por la cual al final de la película –con un nuevo caso de violencia que sufre otro individuo– un pobre dirá que "llamaremos a una ambulancia, pero aún esperare-mos un poco", lo suficiente como para que pueda morir y así renacer.
Aunque la caridad cristiana que el director finlandés conoce es tratada con respeto y simpatía, también a ésta le pide un poco más de humanidad y de comprensión de las realidades humanas: el ejército de salvación debería am-pliar su repertorio de canciones para poder llegar a más y no quedarse única-mente en una fe fría o en una solidaridad, y no apoyarse únicamente en la mi-sericordia divina. La visión de Kaurismäki tiene un deje pesimista, con el suici-dio como única solución personal a determinadas situaciones en la vida, aun-que hay que agradecerle que en su discurso deje un resquicio de esperanza al presentar al amor y la amistad como única rendija por la que puede entrar un hálito de vida.

Desde el punto de vista estético, también nos encontramos ante una obra maestra, con una depurada economía narrativa que echa ma-no de fundidos en negro e inteligentes elip-sis, a la vez que cada plano se nos presenta con una rigurosa y estudiada composición, o los diálogos se reducen a lo imprescindible para trasmitir una idea, sin distraer al espec-tador con lo accesorio. La interpretación es an-tológica, con Markku Peltola o Kati Outinen –premio a la mejor interpretación femenina en Cannes– que rayan lo sublime en un trabajo lleno de sobriedad gestual o al moverse por unos espacios que la cámara sabe recoger de manera magistral. Abundantes metáforas y un hiperrealismo fotográfico –sobrecogedo-ras las escenas de máxima pobreza en que se reparte una patata o se recurre a un sobre de té ya usado– acompañan a una música que aporta un lirismo so-terrado que sirve de contrapunto a esta dura situación. Una magnífica película.

5 estrellas

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