martes, 24 de marzo de 2009
Martín H (1997)
1997: Goya: mejor actriz (Cecilia Roth) / Drama / SINOPSIS: Martín Echenique (Federico Luppi) es un director de cine, natural de Buenos Aires, que lleva más de veinte años viviendo en Madrid. Detesta su país (¿por lo mucho que lo ha amado?), se niega a recrearse en la nostalgia y no se permite un reencuentro con su pasado. Siguiendo la tradición familiar, su hijo también se llama Martín, pero todos le llaman Hache, por esa letra (H) entre paréntesis que le distingue de su padre y que ha provocado el efecto contrario, al negarle nominalmente una identidad propia. Hache (Juan Diego Botto) tiene 19 años y vive en Buenos Aires con su madre. Ni estudia ni trabaja; callejea y toca rock con su guitarra eléctrica. Han pasado cinco años desde la última vez que vio a su padre, pero vuelven a encontrarse cuando, al sufrir Hache un accidente que le pone a las puertas de la muerte quizá deseada, Martín acude de inmediato al lado de su hijo superando el terror a los aviones y su propósito de no volver a Buenos Aires. Su ex mujer ha formado una nueva familia en la que no parece haber un espacio ni físico ni afectivo para Hache. La propuesta de ella es que Hache viva con Martín. En Madrid les esperan Alicia (Cecilia Roth), la amante de Martín, una mujer mucho más joven que él y deseosa de derribar las firmes defensas que él ha levantado para no asumir un compromiso de pareja con ella, y Dante (Eusebio Poncela), el mejor y casi único amigo de Martín. Dante es actor, pero su verdadero oficio es vivir de acuerdo con lo que piensa. Su mayor placer es vivir en la cuerda floja. Martín comparte su vida con gente apasionada, pero él no se permite sentir. El que ama está expuesto al dolor y eso le da pánico.
¿Qué puede hacer que una película que cuenta la relación entre un padre (Martín), que cree estar de vuelta de todo y tiene pavor al compromiso afectivo, y su hijo (Hache), un joven que aún no ha encontrado el sentido a su existencia sea digna de ver y elogiar?
PRIMERO, sus diálogos: concisos, desgarradores, profundos, reflexivos y tan sinceros que traspasan la pantalla.
SEGUNDO, las actuaciones de los protagonistas, cuatro monstruos de la interpretación que se entregan en cuerpo y alma. Luppi y Botto están espléndidos, pero más aún lo está Poncela y sobre todo Cecilia Roth, que alcanza una de sus cimas interpretativas.
TERCERO, que vuelve a poner en el punto de mira al cine argentino y demuestra que solo este es capaz de utilizar el lenguaje con tanta precisión y energía, poniéndolo al servicio de un guión brillante.
CUARTO, que incorpora una teatralidad que da frescura a la narración y no la hace nada aburrida, rompiendo así el tópico de que las películas “discursivas” o reflexivas son soporíferas.
QUINTO, que el gran Adolfo Aristarain construye un universo de personajes al borde del abismo y entrelaza sus pensamientos e inquietudes, que pasan por el amor, la patria, el sexo, el trabajo, la amistad, el compromiso o la muerte; sacudiendo la mente y el corazón del espectador y
SEXTO, el hecho de que tras 11 años de su estreno siga grabada en mi cabeza y en la de muchas otras personas, lo que nos recuerda que las grandes películas (como esta) son las que consiguen hacer que nos olvidemos de que todo ocurre tras una pantalla.
4 estrellas
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