lunes, 16 de marzo de 2009
Irreversible (2002)
Irreversible es dura, durísima; y a la vez extrañamente hermosa. La vi en los cines por la polvareda que levantó. Obra polémica decían... Hoy la he vuelto a ver y como me ocurriera hace seis años, he puesto de nuevo mi mano tapándome los ojos durante la secuencia del butanero. Eso sí, dejando como entonces, una pequeña rendija para observar lo que ocurría, siendo mi mano más una mordaza, que una capucha.Gaspar Noé oferta un espectáculo magistral no exento de debate. La cámara deambula libre al comienzo, exteriorizando las emociones psicóticas que acompañan a nuestros protagonistas, fruto de la acción principal del film: lee el caos, y nos lo enseña. La secuencia de la violación es por derecho propio, la mejor que se ha rodado hasta ahora. Es tan brutal, tan sincera, tan estremecedora... que zanja de una vez por todas y sin derecho a la replica, lo que siente y sufre cualquier mujer cuando es atacada de esa manera. Chapeau sr. Noé, ha retratado el horror tal como es. Y la cámara... quedó fija por la impresión.Irreversible nos regala la que para mí es la mejor secuencia de todas: la última. Dos amantes que se despiertan y se desayunan y se hablan mientras el objetivo los persigue acariciándolos. Una secuencia que desprende una ternura, una naturalidad, un cariño, imposible de rodar bajo bandera americana. No recuerdo en el cine yankie una escena tan lograda, romántica y realista como la que sirve de cierre.El logro del director francés es, obviamente, el montaje. Al invertirlo, la venganza y la ira de nuestros protagonistas son dos elementos que van evaporándose según transcurren los minutos y no in crescendo como suele ser lo habitual. Y al avanzar la obra, el espectador comprende mejor el porqué de los actos irracionales. Gaspar Noé no los legitima, como en muchas ocasiones suele ser lo habitual, sino que los presenta como consecuencia de unos sentimientos que se aclaran al final: durante la fiesta, la estupenda conversación en el metro o la genial secuencia de enamorados que resuelve el film. Los actos pasados quedan marcados por los perfiles psicológicos que nos muestra en el futuro. El tiempo cambia pero no sus consecuencias.En definitiva, Noé pretende (sin prepotencia) educarnos, no asquearnos, ante la secuencia del subterráneo. Mostrar toda la violencia que el ser humano es capaz de trasladar a otras personas, sintiéndonos rehenes de nosotros mismos a la hora de realizar actos tan abyectos en un hipotético futuro, y dónde además, sería ilícito y cobarde sugerir, ya que limitaría el acto a una mera gamberrada; removiendo almas, conciencias y pensamientos. No sólo el estómago.Una cinta dónde la sutileza se puede ir a tomar por culo y que no es apta para tipos grises que quizá prefieren escuchar gritos fuera de campo mientras su mente calenturienta intenta adivinar cómo o de que manera están violando a una mujer. Yo prefiero verlo, para que no se repita más. 9.8"El tiempo siempre lo destruye todo."
4 estrellas
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