miércoles, 11 de marzo de 2009

Bombón. El perro (2004)



Hace dos años, el argentino Carlos Sorín sorprendía con "Histo-rias mínimas", una triple historia llena de sencillez y humanidad, enmarcada en los parajes de la Patagonia. Ahora, vuelve a ese te-rritorio inhóspito y silencioso para seguir buscando los mejores sentimientos de sus personajes, seres cotidianos que no viven grandes heroicidades pero que sí intentan buscar la felicidad en lo pequeño de cada día.
Si en su anterior película, el venerable Don Justo hacía gala de un amor encomiable por su viejo perro perdido y salía en su búsqueda, aquí es otro perro llamado Bombón quien viene a dar compañía y algo más a Juan Villegas (Coco), un hombre en paro que hace mangos de cuchillo en sus ratos libres. Argumento mínimo para contar una gran historia de humanidad, llena de sentido po-sitivo y de esperanza en la bondad de la gente. Por las de-siertas carreteras del sur argentino surgen seres normales, con di-ficultades para sobrevivir en tiempos de penuria, pero con un cora-zón de oro, dispuestos a hacer un favor o a tomar un té y charlar con quien cruza el umbral de su casa: asistimos a una exposición canina con situaciones de lo más pintorescas e incluso cómicas, presenciamos el pequeño drama de una niña que sufre afonía por los nervios ante la recitación de una poesía, o sentimos con Coco la incertidumbre sobre si prosperará su negocio de cría de perros cuando llevan a Bombón a una perra en celo.

La historia no da para más, pero no es necesario porque de lo que funda-mentalmente se trata es de recoger esa vida interior de su protagonista. Coco es un trozo de pan, un hombre sencillo y transparente, incapaz de hacer mal a nadie ni de decir no a quien le pide un favor. Un poco ino-cente y solo en una vida que se le tuerce, le planta cara al futuro con optimismo y con una sonrisa perma-nente. Enseguida cualquier especta-dor advierte que tras esos ojos redon-dos y abiertos se esconde un alma noble y leal, de recursos limitados pe-ro de esos que piensan siempre que están “de suerte”, aunque mal-viva en una casucha miserable y apenas gane unos pesos con sus cuchillos: su afabilidad le hace ser querido por sus amigos, y su mirada sincera y honesta suscitan confianza. Lo encarna espléndi-damente Juan Villegas, actor no profesional que trabajaba como encargado del garaje del propio Sorín; según las declaraciones del director, en este caso persona y personaje se identificaban, y lo eligió porque estaba convencido que aportaría toda la visión entra-ñable y positiva que quería para Coco. Sin duda, esa frescura y autenticidad son la principal baza para llegar al espectador y dar a este cine una carga de verdad, al igual que lo hicieron el neorrealismo italiano o el actual cine iraní, con el que se emparenta esta cinta. A esa espontaneidad contribuyen igual-mente una galería de secundarios prodigiosa, entre los que se po-dría incluir incluso a un perro dogo bien enseñado, noble y sencillo como su amo.
La puesta en escena también es minimalista, y como el desnudo paisaje de la Patagonia vienen a reafirmar ese intento por llegar a lo esencial de la persona: al quitarles toda artificiosidad y apariencia a sus personajes, así como el más mínimo poder, riqueza o inteligen-cia, acaba quedándose con lo más valioso de la persona: su cora-zón, su bondad, su sentido de solidaridad. La banda sonora de Ni-colás Sorín sostiene delicada y eficazmente estos fragmentos de vida, y contribuye poderosamente a que los buenos sentimientos emerjan sin sentimentalismos ni empachos.

El enfoque social también está pre-sente en esta cinta de Sorín, con unas lastimosas situaciones de paro o de reconversiones laborales mal lle-vadas. No parece que se trate de un drama aunque la realidad lo sea, por-que la situación de este hombre de 52 años y sin trabajo no está enfocada con amargura ni odio: no se pone el acento en las circunstancias injustas que hayan contribuido a ello, ni se cargan las tintas en los posibles cul-pables, porque se prefiere mirar al in-terior del protagonista y confiar en los recursos del hombre para superar las dificultades..., porque el propio Sorín, como Coco, prefiere mi-rar hacia adelante con esperanza y optimismo. Nada que ver con tantas cintas cargadas de escepticismo y nihilismo como llegan del viejo continente. Una historia sencilla y conmovedora que se llevó el premio de la Federación Internacional de Prensa Ci-nematográfica (FIPRESCI) en el último Festival de San Sebastián.

4 estrellas

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