lunes, 4 de agosto de 2008

The Host (2006)



Sinopsis: Los habitantes de Seúl observan sorprendidos un extraño objeto que cuelga de un puente sobre el río Han. En realidad se trata de una monstruosa criatura mutante que al despertar devora a todo aquel que se cruza en su camino. El dueño de un quiosco a la orilla del río contempla horrorizado cómo la bestia rapta a su hija y se la lleva a su escondrijo. Mientras el ejército fracasa una y otra vez en su empeño por destruir al monstruo, aquel hombrecillo anónimo se armará de valor y, con la ayuda de su familia, intentará recuperar a su hija de las garras de semejante abominación.

Adoro el cine coreano probablemente desde Old Boy, he empezado a confiar en mi intuición y también en los sabios consejos de mi listado de amigos. Parece que empiezo a ver la luz...

The Host era la prueba de fuego. Película con monstruo, nada más y nada menos. Hacía ya tiempo que venía ignorando producciones del tipo Gozilla, King Kong y demás. Jamás he visto Tiburón entera. Este tipo de historias nunca me han atraído, como tampoco los grandes efectos especiales de última generación. Esta tenía, además, un handicap añadido, al menos según mis prejuicios: se trataba de la primera película coreana estrenada en las conformistas multisalas del centro comercial de mi pequeña ciudad, cuya inauguración, hará ya unos 5 o 6 años, acarreó el cese de las proyecciones de las que tan discreta pero dignamente se habían encargado hasta entonces y con merecida exclusividad dos de las salas de teatro más envidiadas de la escena valenciana. Y a pesar de que desde entonces mis visitas casi semanales al cine se habían reducido a 1 o 2 por trimestre y de mis recelos, estaba dispuesta a subir esas 4 escaleras mecánicas e incluso tragarme los 14 trailers y las amenazas del tipo “Ahora la ley actúa” de rigor. Pero para entonces, misteriosamente ya había desaparecido de la cartelera. No se cuánto tiempo duró, si acaso una semana o puede que ni eso. Lejos de decepcionarme, este hecho me hizo esbozar una sonrisa de complacencia: para bien o para mal, The Host no era plato de gusto para todos los paladares. El famoso 5,8 no hacía sino confirmar estas sospechas. Así que preparé el camino visionando Memories of Murder y me dispuse a conseguir una copia de The Host por esos medios, para muchos poco ortodoxos, de cuya utilidad - reconozco sin atisbo de arrepentimiento- jamás me he privado...

Como solía decir aquel maestro de instituto, el de filosofía, lo que nos atrae y complace es la reproducción de los esquemas que podemos reconocer, que recordamos. Como esa canción del verano compuesta invariablemente de estrofa-estribillo-estrofa-estribillo (bis), que se renueva cada año ligeramente modificada. Y lo que se sale de estos esquemas, lo que no podemos reconocer y no se ajusta a nuestros arraigados patrones nos desconcierta, nos perturba, nos molesta y finalmente nos desagrada. Nos sentimos timados.

5 estrellas

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