martes, 31 de marzo de 2009

El viaje de Chihiro (2001)



Cuando uno se halla ante una de esas películas excepcionales que sólo se dan en contadas oca-siones, como un obsequio supremo caído del cielo –y ésta es, indudablemente, una de ellas–, se en-cuentra con que las palabras se le quedan cortas, o se han usado tan indiscriminadamente con anterioridad, que se ha devaluado su pleno significado y ahora resultan inservibles para trasladar al lenguaje escrito la extraordinaria impresión que me ha causado este prodigioso film.

El veterano maestro japonés Hayao Miyazaki, que tiene a sus espaldas trabajos tan ilustres como "La princesa Mononoke", "Porco Rosso", "Nausicaä" o "Mi vecino Totoro", se ha superado a sí mismo llevando hasta límites inimaginables su visión inquieta, su gran pericia en el oficio y su inagotable capacidad inventiva. Ha puesto todo su corazón en ello y nos lo ha robado a nosotros, sin derecho –ni solicitud por nuestra parte– de devolución.






Se hace imposible –así, tal cual, letra por letra, y con toda la rotundidad que ofrece el término– encontrar un solo defecto, un solo elemento prescindible o simplemente mediocre, en esta colosal obra de facturación y calibre irreprochables. "El viaje de Chihiro" es una maravilla genuina, divertida y chispeante, donde nada falta y nada sobra, que te obliga a permanecer con la boca abierta y los ojos como lunas durante sus 122 minutos de duración, tal es su apabullante poder sorpresivo y su fecunda originalidad.

Se hace igualmente imposible no caer rendido de soberana admiración ante el en todo momento iluminadísimo desempeño que han llevado a cabo Miyazaki y su equipo, producto no sólo de su maestría en los pormenores artísticos y técnicos de la animación, sino de su ingenio, talante y talento creativos en la fabulación de esta arrolladora historia y en el diseño de los magníficos personajes que la pueblan.

No debo ni quiero hablarles con demasiado detalle sobre este enérgico derroche de imaginación y humanidad antes de que hayan podido verlo por sí mis-mos: han de disfrutarla y, sobre todo, descubrirla con sus propios sentidos, sin más. Porque "El viaje de Chihiro" no es simplemente una buena película; ni siquiera es la mejor película de la prolífica carrera de Miyazaki; tampoco esta-mos delante de la mejor cinta animada de los últimos años. No. Sus proporciones la convierten en la mejor película –animada o real– que recuerdo haber visto en mucho, mucho, muchísimo tiempo. Irrepetible. Pluscuamperfecta. GRACIAS HAYAO MIYAZAKI.

Obra maestra

Sexo con amor (2003)



Comedia / SINOPSIS: Estar en cuarto de primaria significa hacer muchas preguntas, y la maestra Luisa se reune con los padres de familia y apoderados para discutir la forma en que abordarán la educación sexual de los chicos. Sin embargo, la vida sexual de Luisa y de algunos de los padres está llena de sorpresas: Luisa vive en estos momentos un desenfrenado romance con Jorge, uno de los apoderados. Emilio y Macarena, padres de uno de los alumnos, están pasando por un difícil momento en cuanto a sus relaciones sexuales. Macarena está con un terrible bloqueo psicológico, y no puede ser penetrada por Emilio, que a su vez está terriblemente frustrado. Álvaro, otro de los apoderados, vive en un estado permanente de promiscuidad. Tiene varias amantes, pero sufre un estado obsesivo respecto al sexo. Sin embargo, es un excelente marido, muy amante de su mujer que está pronta a dar a luz a su segundo hijo.

Film chileno que aborda las relaciones sexuales en pareja y fuera de ella tomando como eje tres matrimonios. En todos ellos está presente la infidelidad. Es decir estamos ante un film coral que salta de unos a otros intentando dar puntos de vista sobre el asunto. Y el asunto es que en muy contadas ocasiones la película sobresale por algo pero tampoco tiene fuertes pegas para que sea un fiasco. Se ve con cara de esperar algo más todo el rato, es más erótica de lo que cabe esperar y es, eso un film aceptable, correcto pero que no levanta pasiones. Como la más reciente "Manuale d'amore" hay ciertas historias que funcionan mejor que otras, actores mejores que otros y una dirección sencilla.

3 estrellas

martes, 24 de marzo de 2009

Jamón jamón (2002)



Drama / SINOPSIS: José Luis es el hijo de un acaudalado matrimonio propietario de una fábrica de ropa interior masculina donde trabaja Silvia, su novia. Cuando ésta se queda embarazada, José Luis promete casarse con ella contrariando la decisión de sus padres. La madre, no considerando a Silvia lo suficientemente buena para casarse con su hijo, decide contratar a un joven aspirante a torero para que seduzca a la joven.








Interesante drama racial de Bigas Luna, todo un emblema dentro de su filmografía con la marca de la casa. Un intenso y castizo retrato de personajes, lleno de fuerza visual, que consiguió 6 nominaciones a los premios Goya además de obtener un gran éxito de público. Por si fuera poco, dió la primera oportunidad a un joven reparto protagonista -Cruz, Bardem y Mollà- que hoy en día abanderan, junto a Almodóvar, Amenábar y Antonio Banderas, el cine español ante el mundo.
3 estrellas

Mala uva (2004)



Sinopsis: César (Sancho Gracia) es un viudo que vive en el campo con su hija menor, Luz (Mercé Llo-rens). Es un hombre duro, pero de buen cora-zón. A pesar de tener dos hijas más, todas casadas y con hijos, Luz es su ojito derecho. Haría “cualquier cosa” por ella. César se gana la vida distribuyendo el vino que produce en su bellísima explotación. Le costó muchos años de dedicación y sacrificio levantar su “pequeño imperio”. Sus viñedos y su familia son su vida. Su orgullo. Pero César guarda un terrible secreto: su antigua y peligrosa profesión. Una oscura profe-sión que por desgracia, para él y para otros, tendrá que volver a de-sempeñar, para salvar lo que más quiere.


Esta brillante comedia negra es una "rara avis" en el cine español, por lo que no es de extrañar que haya sido incomprendida en algunos círculos.Creo que es una película divertidísima, entretenida, inteligente, bien interpretada (Gracia esta genial, mejor que en 800 balas), y aunque tiene una zona que es un poco lenta, lo compensa con un desenlace alucinante.No entiendo como esta película, que está por encima de la media de calidad del cine español, no ha tenido una mayor repercusión.

3 estrellas

Huevos de oro (1993)



Drama / SINOPSIS: Benito González es un hortera ambicioso que acaba de cumplir el servicio militar. Ya tiene vía libre para cumplir sus dos objetivos: casarse con la mujer que ama y construir un gran rascacielos. Pero pronto verá que su primer objetivo no podrá cumplirse, al enterarse de que su novia le ha engañado con su mejor amigo. Ahora lo único que le queda es dedicar su empeño a construir el rascacielos. Para llevarlo a cabo necesita dinero y, como no lo tiene, se casa con Marta, la hija de un multimillonario. Con el dinero de su suegro ya podrá llevar a cabo una de sus ilusiones, y que será el principio de su gran riqueza aunque como todo el que está en la cumbre siempre quiere más y ese será el punto de partida para su declive.



Reconozco que cuando empecé a verla, me esperaba la tórrida historia del clásico machito que se cree el rey del mambo, y que chulearía a cuantas mujeres se le pusieran por delante.Pues bien, nada mas lejos de la realidad, la cinta es precisamente lo diametralmente opuesto, ya que en ella se ve como el vertiginoso ascenso de un pobre provinciano hortera y demode (lo que yo había prejuzgado), al mas puro estilo julian muñoz, y el más rápido aún descenso, hacia un mundo de donde nunca debió salir.Para un servidor, el mejor papel desarrollado por bardem hasta la fecha.

3 estrellas

El Bola (2000)



4 Goyas: Mejor película, mejor dirección novel, mejor actor revelación, mejor guión original / Drama / SINOPSIS: El Bola es un chaval de 12 años que vive una atmósfera violenta y sórdida. Su situación familiar, que oculta avergonzado, le incapacita para relacionarse y comunicarse con otros chicos. La llegada de un nuevo compañero al colegio, con quien descubre la amistad, y la posibilidad que ello le brinda de conocer una realidad familiar distinta por completo, le darán fuerzas para aceptar y finalmente ser capaz de enfrentarse a la suya.



Lo cierto es que pocas películas tienen ya la capacidad para impactarme como lo ha conseguido el film de Achero Mañas. Como bien dice Josep, una de las virtudes de El bola es la paradoja sobre las primeras impresiones. El padre del amigo parece un traficante y el padre del bola un noble currela. El director sabe jugar con esas premisas e intenta que pensemos que todo dará la vuelta en un momento que nunca llega. La interpretación de Juan José Ballesta es impresionante, así como la de los dos padres. Los diálogos son fluidos y frescos y la ambientación está más que lograda. A cualquiera que le hayan zumbado de pequeño supongo que esta película le morderá en el estómago. La historia de amistad entre los dos chicos, tanto en su principio como en su desarrollo me parece de matrícula de honor. Película muy realista, muy fuerte, muy bien entendida

4 estrellas

Martín H (1997)



1997: Goya: mejor actriz (Cecilia Roth) / Drama / SINOPSIS: Martín Echenique (Federico Luppi) es un director de cine, natural de Buenos Aires, que lleva más de veinte años viviendo en Madrid. Detesta su país (¿por lo mucho que lo ha amado?), se niega a recrearse en la nostalgia y no se permite un reencuentro con su pasado. Siguiendo la tradición familiar, su hijo también se llama Martín, pero todos le llaman Hache, por esa letra (H) entre paréntesis que le distingue de su padre y que ha provocado el efecto contrario, al negarle nominalmente una identidad propia. Hache (Juan Diego Botto) tiene 19 años y vive en Buenos Aires con su madre. Ni estudia ni trabaja; callejea y toca rock con su guitarra eléctrica. Han pasado cinco años desde la última vez que vio a su padre, pero vuelven a encontrarse cuando, al sufrir Hache un accidente que le pone a las puertas de la muerte quizá deseada, Martín acude de inmediato al lado de su hijo superando el terror a los aviones y su propósito de no volver a Buenos Aires. Su ex mujer ha formado una nueva familia en la que no parece haber un espacio ni físico ni afectivo para Hache. La propuesta de ella es que Hache viva con Martín. En Madrid les esperan Alicia (Cecilia Roth), la amante de Martín, una mujer mucho más joven que él y deseosa de derribar las firmes defensas que él ha levantado para no asumir un compromiso de pareja con ella, y Dante (Eusebio Poncela), el mejor y casi único amigo de Martín. Dante es actor, pero su verdadero oficio es vivir de acuerdo con lo que piensa. Su mayor placer es vivir en la cuerda floja. Martín comparte su vida con gente apasionada, pero él no se permite sentir. El que ama está expuesto al dolor y eso le da pánico.







¿Qué puede hacer que una película que cuenta la relación entre un padre (Martín), que cree estar de vuelta de todo y tiene pavor al compromiso afectivo, y su hijo (Hache), un joven que aún no ha encontrado el sentido a su existencia sea digna de ver y elogiar?

PRIMERO, sus diálogos: concisos, desgarradores, profundos, reflexivos y tan sinceros que traspasan la pantalla.

SEGUNDO, las actuaciones de los protagonistas, cuatro monstruos de la interpretación que se entregan en cuerpo y alma. Luppi y Botto están espléndidos, pero más aún lo está Poncela y sobre todo Cecilia Roth, que alcanza una de sus cimas interpretativas.

TERCERO, que vuelve a poner en el punto de mira al cine argentino y demuestra que solo este es capaz de utilizar el lenguaje con tanta precisión y energía, poniéndolo al servicio de un guión brillante.

CUARTO, que incorpora una teatralidad que da frescura a la narración y no la hace nada aburrida, rompiendo así el tópico de que las películas “discursivas” o reflexivas son soporíferas.

QUINTO, que el gran Adolfo Aristarain construye un universo de personajes al borde del abismo y entrelaza sus pensamientos e inquietudes, que pasan por el amor, la patria, el sexo, el trabajo, la amistad, el compromiso o la muerte; sacudiendo la mente y el corazón del espectador y

SEXTO, el hecho de que tras 11 años de su estreno siga grabada en mi cabeza y en la de muchas otras personas, lo que nos recuerda que las grandes películas (como esta) son las que consiguen hacer que nos olvidemos de que todo ocurre tras una pantalla.

4 estrellas

domingo, 22 de marzo de 2009

Equilibrium (2002)

Equilibrium (2002) - Filmaffinity

Ciencia-Ficción. Thriller. Acción / En un mundo futurista, un estricto régimen ha eliminado la guerra suprimendo todas las emociones: los libros, el arte y la música están estrictamente prohibidos, y sentir es un crimen castigado con la muerte. Clerick John Preston -Christian Bale- es un alto agente del gobierno responsable de eliminar a aquellos que desobedecen estas reglas.



Equilibrium (Kurt Wimmer, 2002) pasó desapercibida para el público español y para gran parte del americano, ya que su estreno y difusión fueron muy deficientes: sólo llego a visionarse en 300 salas en Estados Unidos. A primera vista su propuesta tiene mucho que ver con The Matrix de los hermanos Wachowsky, pero esta última, influenciada en parte de su estética por su antecesora, la consigue superar en su campo; el de película de numerosas influencias de ciencia-ficción cohesionadas en un todo coherente y efectivo. Wimmer, que es también el guionista, nos explica una historia que muchos de nosotros conocemos: la de una sociedad distópica futurista al estilo de las que imaginaron Orwell, Huxley y Bradbury. Se nota principalmente la influencia de este último y su obra magna "Farenheit 451". 

Tras una 3ª Guerra Mundial, los gobernantes ven que jamás se podra superar una cuarta, y deciden erradicar la fuente de las guerras: los sentimientos humanos. Se crea la enorme metropolis de Libria, un lugar utópico donde un lider totalitario conocido como "Padre" guía a la comunidad hacia una nueva era. Todos los librianos se administran una droga muy potente cada 6 horas que les elimina las emociones. Para controlar a la población se crea una orden de agentes de la ley: los Clerigos de Grammaton, una especie de policias entrenados en artes marciales que dominan una mortal tecnica de combate con pistolas, el "Gun Kata" (invencion del propio Wimmer). John Preston (Christian Bale) y su compañero Partridge (Sean Bean) se ven metidos en una redada para quemar unas valiosas obras de arte (en una secuancia muy Bradburyana, claro) y este último adquiere como prueba un libro de poesía, que le hace pensar y reflexionar, por lo que se convierte en un peligro y Preston lo elimina, pero sus palabras calan hondo en su mente... Preston empieza a indagar sobre Partridge y encuentra a una mujer relacionada con él, Mary (Emily Watson) que le hará despertar algo muy peligroso: sus sentimientos... La búsqueda de su identidad emocional, el pasado del mundo y el conocimiento prohibido del arte y la música son muy bien interpretadas por un magnífico Bale. Preston empezará a sentir simpatías por la resistencia del extrarradio de Libria, y acabará ayudandoles en su lucha, que no será nada facil. 

Aún cuando es un film con unas buenas dosis de acción (medida y calculada para no excederse, un buen acierto) Equilibrium se centra en los sentimientos y su importancia en nuestra vida, la imposibilidad de erradicarlos del todo y el amor al arte y la literatura. Las secuencias de acción ideadas por Wimmer tienen un desarrollo curioso, que si bien puede recordar a The Matrix en un principio, se desmarcan de ella en cuanto a originalidad, ya que es curioso ver la estética del "Gun Kata" el arte marcial que practican los clerigos, hecho a partir de miles de analisis de combates balisticos para sacar el maximo rendimiento a un arma de fuego. Es un elemento secundario en la trama pero de una gran originalidad y fuerza visual. Tiene además a su favor una preciosa fotografía, sobria y elegante, un diseño de vestuario excelente y unos muchisimo mejores actores que The Matrix. Altamente recomendada, aún cuando solo la podréis encontrar en v.o.s.e, pero vale la pena.




miércoles, 18 de marzo de 2009

El hijo de la novia (2001)



El hijo de la novia es el segundo largometraje de Juan José Campanella rodado en la Argentina. El primero fue El mismo amor, la misma lluvia, unánimemente consagrado por la crítica aunque a mí –qué voy a hacer– me dejó el sabor amargo de esas producciones que impactan desde lo formal y traicionan, o trampean, en el plano ideológico. La primera media hora de esta nueva película tiende a profundizar esa sensación. Lo que viene después, en cambio, la mejora muchísimo. Ya debo decir que El hijo de la novia es muy superior a El mismo amor, la misma lluvia.
También es más profesional, y esto no sólo abarca las cuestiones puramente técnicas (iluminación, sonido, puesta en escena) sino también las que podríamos denominar técnico-artísticas. El guión, coescrito por Campanella y Fernando Castets, es el fruto de un trabajo minucioso, encarado muy a la estadounidense: cada línea de diálogo, por pequeña que fuere, está puesta al servicio de la estructura general del relato; cada cosa que se dice siempre informa acerca del perfil, las intenciones y las perspectivas de alguno de los personajes.
El problema de la primera media hora es que amontona demasiada información, que gran parte de esa información es redundante y que, al mismo tiempo, está innecesariamente subrayada. Está muy bien que se nos haga saber que Rafael (Ricardo Darín, algo así como "el actor del cine argentino del momento") es un tipo de 42 años, divorciado, padre de una niña, dueño y administrador de un pequeño restorán paquete con el que ha acumulado cierto dinero aunque, también, altísimas dosis de estrés. Uno de esos tipos que le quitan atención a lo importante (su hija, su novia... sus padres) en favor de lo urgente (su negocio). No está mal que, con el mismo fin, a Darín lo veamos interrumpiendo los rituales más nobles de la vida cotidiana, como conversaciones familiares y actos amorosos, para atender a deudores, acreedores y proveedores en su teléfono celular. Pero esto ocurre tantas veces que a uno le entran ganas de increpar al director: "sí, ya entendí que Rafael es un neurótico de aquellos... ¿y ahora qué sigue?". Por otro lado, este estilo machacón degrada el flujo y la verosimilitud de la historia en aras de la evidencia de aquella minuciosa elaboración a la que aludí más arriba. Una de cuyas condiciones debería ser, precisamente, la de pasar inadvertida. No menos irritantes resultan los primeros planos de los interlocutores de Rafael (padre, hija, novia, etc.), que procuran, con idéntica grosería, asumir y reflejar las reacciones del público bienpensante. De la música, mejor ni hablar.
Tarde, pero no tanto, la historia se pone en movimiento. Y no es que depare enormes sorpresas (justamente el planteamiento, por ser tan subrayado, obtura esa posibilidad) sino que se mueve bien. Gana en inteligencia y, especialmente, en humor. Voy a ser más específico: los problemas del comienzo también tenían que ver con que todo giraba en torno de Rafael, a tal punto que el resto de los personajes no eran más que excusas para que se dibujase nítido, ahí en el centro, el protagonista. Pero después empiezan a cobrar vida propia. Y cuando los personajes empiezan a cobrar vida, los actores empiezan a tener la ocasión de emocionar. No estamos hablando de actores del montón, sino de Héctor Alterio (como el padre de Rafael) y de Norma Aleandro (como su madre). Bueno: lo de Alterio es tan extraordinario que llega a salvar, él solito, unos cuantos tramos de la historia.
Hablando de historia, el hilo está dado por la decisión de Nino (Alterio) de darle a Norma (Aleandro) el único gusto que le retaceó: desposarla de punta en blanco, y por iglesia. Téngase en cuenta que estos dos llevan más de 40 años civilmente casados, y que Norma padece una versión muy avanzada del Mal de Alzheimer que la tiene postrada en un geriátrico. Buena parte del humor la tiene por protagonista: Norma no sólo no es consciente de muchas cosas y ha olvidado tantas otras; también carece de inhibiciones, lo que le permite despacharse con las frases más desopilantes del libreto.
La producción del casamiento religioso será el catalizador de la evolución de Rafael, que seguirá siendo el personaje principal, claro que ahora como una pieza más en un conjunto mucho más armónico. En este sentido hay que apuntar la presencia de Eduardo Blanco como ese amigo del secundario –otro catalizador– de Rafael que reaparece cuando menos se lo esperaba, y de Natalia (Natalia Verbeke) y de Sandra (Claudia Fontán) en los respectivos roles de su novia y ex mujer. Con Blanco y Verbeke ocurre lo mismo que con el film todo: insoportables al comienzo (uno por artificioso y payasesco; la otra por pavota), cobran intensidad y sensibilidad hasta tornarse queribles. Fontán, por el contrario, jamás resulta insoportable. Y llega a hacerse más querible que los otros dos.
Pero insisto: el gran salvavidas es el humor. Y el humor, se sabe, lo relativiza todo. Esto es clave porque un argumento como el que nos ocupa no hubiera podido sostenerse si el film se tomaba a sí mismo demasiado en serio (en dicho caso le hubiera cabido el mote de reaccionario que algunos, más que apurados, le adjudicaron de cualquier modo). Por cierto que acá la cosa también viene matizada, ya que hay tantos, pero tantos chistes que no todos podían ser buenos, ni oportunos. Muchos, los que sí lo son, imprimen el empujón definitivo. Esto también lleva su tiempo, pero lo importante es que el film consigue ponerse plenamente en marcha unos cuantos minutos antes del final. Los suficientes como para que nadie deba sentirse arrepentido de haber pagado su entrada.

4 estrellas

El otro lado de la cama (2002)



Un insólito y genuino musical en el cine español, con un guión inteligente y una puesta en escena soberbia, una comedia perfecta en todos los sentidos: "El otro lado de la cama" basa su humor en la total identificación del espectador con los personajes y en un enredo amoroso bastante elaborado, en donde los engaños de los protagonistas les meten en situaciones cada vez mas comprometidas.Ernesto Alterio y Guillermo Toledo son dos amigos que salen felizmente con las estupendas Paz Vega y Natalia Verbeke respectivamente. El problema surge cuando el primero se ve a escondidas con la novia de su amigo y éste a su vez le pide ayuda a la pareja para que le ayude a encontrar al susodicho amante.Las situaciones en las que se ve comprometido Alterio para eludir el engaño son tan memorables como memorables son los bailes y las coreografías que habitan el metraje, todas versiones de éxitos nacionales de toda la vida. Los personajes estan muy bien interpretados por sus respectivos actores y desprenden una química pocas veces vista en nuestro cine. A los geniales Alterio y Toledo se les une un Alberto San Juan desternillante en el papel de taxista machista y chulo pero con buen corazón.Muy divertida y cómica, una de las mejores películas españolas de la historia.

3 estrellas

El Cielito (2003)



Película muy seria, triste, deprimente; donde todo lo que sucede está bajo la esfera de la realidad frustante de tantísimos millones de argentinos dentro de una patria-sociedad que es capaz de darles equipos de futbol campeones del mundo, pero para nada un Estado campeón en hacer cumplir los derechos humanos en la mayoría de sus ciudadanos, empezando por la comida, la educación, el trabajo, la vivienda, etc."El cielito", el niñito "Chango" (Rodrigo Silva) representa la esperanza, la necesidad imperiosa de felicidad, bondad y bien. A parte están los personajes, que independientemente de que sean brutos como Roberto (Darío Levy), sacrificados como Mercedes (Mónica Lairana) o el protagonista y joven Felix (Leonardo Ramírez), son humanos, llevados y traidos por los vaivenes de la vida sin que ellos sean culpables de todo lo que les pasa.Muy buena película, honesta, fuerte; lástima que sea tan desgarradora, pero hay que vivir en Argentina y ser uno cualquiera de la clase pobre o media empobrecida para saber lo que vale un peine.

4 estrellas

lunes, 16 de marzo de 2009

Irreversible (2002)



Irreversible es dura, durísima; y a la vez extrañamente hermosa. La vi en los cines por la polvareda que levantó. Obra polémica decían... Hoy la he vuelto a ver y como me ocurriera hace seis años, he puesto de nuevo mi mano tapándome los ojos durante la secuencia del butanero. Eso sí, dejando como entonces, una pequeña rendija para observar lo que ocurría, siendo mi mano más una mordaza, que una capucha.Gaspar Noé oferta un espectáculo magistral no exento de debate. La cámara deambula libre al comienzo, exteriorizando las emociones psicóticas que acompañan a nuestros protagonistas, fruto de la acción principal del film: lee el caos, y nos lo enseña. La secuencia de la violación es por derecho propio, la mejor que se ha rodado hasta ahora. Es tan brutal, tan sincera, tan estremecedora... que zanja de una vez por todas y sin derecho a la replica, lo que siente y sufre cualquier mujer cuando es atacada de esa manera. Chapeau sr. Noé, ha retratado el horror tal como es. Y la cámara... quedó fija por la impresión.Irreversible nos regala la que para mí es la mejor secuencia de todas: la última. Dos amantes que se despiertan y se desayunan y se hablan mientras el objetivo los persigue acariciándolos. Una secuencia que desprende una ternura, una naturalidad, un cariño, imposible de rodar bajo bandera americana. No recuerdo en el cine yankie una escena tan lograda, romántica y realista como la que sirve de cierre.El logro del director francés es, obviamente, el montaje. Al invertirlo, la venganza y la ira de nuestros protagonistas son dos elementos que van evaporándose según transcurren los minutos y no in crescendo como suele ser lo habitual. Y al avanzar la obra, el espectador comprende mejor el porqué de los actos irracionales. Gaspar Noé no los legitima, como en muchas ocasiones suele ser lo habitual, sino que los presenta como consecuencia de unos sentimientos que se aclaran al final: durante la fiesta, la estupenda conversación en el metro o la genial secuencia de enamorados que resuelve el film. Los actos pasados quedan marcados por los perfiles psicológicos que nos muestra en el futuro. El tiempo cambia pero no sus consecuencias.En definitiva, Noé pretende (sin prepotencia) educarnos, no asquearnos, ante la secuencia del subterráneo. Mostrar toda la violencia que el ser humano es capaz de trasladar a otras personas, sintiéndonos rehenes de nosotros mismos a la hora de realizar actos tan abyectos en un hipotético futuro, y dónde además, sería ilícito y cobarde sugerir, ya que limitaría el acto a una mera gamberrada; removiendo almas, conciencias y pensamientos. No sólo el estómago.Una cinta dónde la sutileza se puede ir a tomar por culo y que no es apta para tipos grises que quizá prefieren escuchar gritos fuera de campo mientras su mente calenturienta intenta adivinar cómo o de que manera están violando a una mujer. Yo prefiero verlo, para que no se repita más. 9.8"El tiempo siempre lo destruye todo."

4 estrellas

miércoles, 11 de marzo de 2009

El camino de San Diego (2006)



Con Historias mínimas, Carlos Sorín pareció haber encontrado una manera de hacer cine, más allá del tipo de anécdotas que elige contar: Sorín trabaja con no-actores, como él los define, y sus personajes a menudo adquieren las características de las personas que los interpretan. Con El perro (suerte de desprendimiento extendido y acentuado de Historias...) llevó su “método” al siguiente nivel, y tampoco se aparta de él en ésta, su última película. El camino de San Diego es también es una road movie, con un personaje cuyas carencias y/o deseos lo impulsan a una travesía. Pero lo que en las anteriores era hallazgo, aquí comienza a parecer repetición.
A primera vista, la única novedad es el cambio de escenario: la Patagonia ha sido reemplazada por la selva misionera, donde vive Tati Benítez, hachero sin trabajo y fanático de Maradona. Corre el año 2004 y Diego es hospitalizado por una afección cardíaca. Los televisores del país reproducen a toda hora la vigilia de los simpatizantes y fanáticos del futbolista en la puerta de la clínica de la Capital. En esos días, Tati encuentra en la selva misionera una raíz de árbol con una forma extraña, en la que él cree ver un parecido con su ídolo. Y también una suerte de señal del destino, o de mandato del cielo, por lo que se decide a llevar ese pedazo de madera a Buenos Aires para entregársela personalmente.
Hay una serie de preguntas casi filosóficas sobre el sentido de su misión: “¿yo me encontré la ‘estatua’ porque la tenía que encontrar?”, se dice Tati, y consulta con una médium, con sus vecinos, con un cura que encuentra en el viaje, con (otra estatua) el Gauchito Gil. Porque lo largo de la travesía, el protagonista conoce a mucha gente, que viene también con sus pequeñas historias, que alcanzamos a conocer por la mitad.
Con el tiempo, la dirección de las personas/personajes ha sido trabajada por Sorín hasta obtener resultados óptimos: si en Historias... la performance de Javier Lombardo –la única “cara conocida” del elenco– contrastaba con las interpretaciones de los demás, en El perro y El camino... esa brecha entre el naturalismo impostado y la espontaneidad ya está borrada casi por completo. Otra vez, detrás de cada elección de casting hay una simpática anécdota: el cura en verdad es un cura, un distribuidor hace de dueño de estación de servicio, un poeta es aquí vendedor de artículos regionales; hay un productor cinematográfico brasileño devenido alegre camionero carioca, y algunos de los no-actores que participaron de las anteriores dos. Entre tantos hallazgos, Tati Benítez, el protagonista, fotogénico y expresivo, es el mayor de todos.
Pero el “método” del que hablábamos se vuelve un arma de doble filo: a fuerza de repeticiones y de coincidencias, tanto en la elección de género como en la estructura, el planteo de Sorín comienza a resultar esquemático. Asimismo, no puede dejar de advertirse un cierto paternalismo, en particular en la representación de un mundo donde la humildad y la bondad siempre van juntas (sabemos de antemano que Tati no encontrará gente mala en el camino, que no será robado ni estafado ni siquiera al acercarse a Buenos Aires). Una mirada piadosa cuyo peso aumenta al explorar –como aquí se explora– la religiosidad popular, reflejada no sólo en el culto a Diego, sino también en la devoción al Gauchito Gil, cuyo santuario le queda a Tati de camino.
Por ultimo cabe agregar que, así como lograba encontrar una belleza calma en los paisajes desérticos de la Patagonia, el director acierta aquí al retratar la selva misionera sin regodearse nunca en la postal turística. La música, de Nicolás Sorín, resulta también bienvenida.

4 estrellas

Bombón. El perro (2004)



Hace dos años, el argentino Carlos Sorín sorprendía con "Histo-rias mínimas", una triple historia llena de sencillez y humanidad, enmarcada en los parajes de la Patagonia. Ahora, vuelve a ese te-rritorio inhóspito y silencioso para seguir buscando los mejores sentimientos de sus personajes, seres cotidianos que no viven grandes heroicidades pero que sí intentan buscar la felicidad en lo pequeño de cada día.
Si en su anterior película, el venerable Don Justo hacía gala de un amor encomiable por su viejo perro perdido y salía en su búsqueda, aquí es otro perro llamado Bombón quien viene a dar compañía y algo más a Juan Villegas (Coco), un hombre en paro que hace mangos de cuchillo en sus ratos libres. Argumento mínimo para contar una gran historia de humanidad, llena de sentido po-sitivo y de esperanza en la bondad de la gente. Por las de-siertas carreteras del sur argentino surgen seres normales, con di-ficultades para sobrevivir en tiempos de penuria, pero con un cora-zón de oro, dispuestos a hacer un favor o a tomar un té y charlar con quien cruza el umbral de su casa: asistimos a una exposición canina con situaciones de lo más pintorescas e incluso cómicas, presenciamos el pequeño drama de una niña que sufre afonía por los nervios ante la recitación de una poesía, o sentimos con Coco la incertidumbre sobre si prosperará su negocio de cría de perros cuando llevan a Bombón a una perra en celo.

La historia no da para más, pero no es necesario porque de lo que funda-mentalmente se trata es de recoger esa vida interior de su protagonista. Coco es un trozo de pan, un hombre sencillo y transparente, incapaz de hacer mal a nadie ni de decir no a quien le pide un favor. Un poco ino-cente y solo en una vida que se le tuerce, le planta cara al futuro con optimismo y con una sonrisa perma-nente. Enseguida cualquier especta-dor advierte que tras esos ojos redon-dos y abiertos se esconde un alma noble y leal, de recursos limitados pe-ro de esos que piensan siempre que están “de suerte”, aunque mal-viva en una casucha miserable y apenas gane unos pesos con sus cuchillos: su afabilidad le hace ser querido por sus amigos, y su mirada sincera y honesta suscitan confianza. Lo encarna espléndi-damente Juan Villegas, actor no profesional que trabajaba como encargado del garaje del propio Sorín; según las declaraciones del director, en este caso persona y personaje se identificaban, y lo eligió porque estaba convencido que aportaría toda la visión entra-ñable y positiva que quería para Coco. Sin duda, esa frescura y autenticidad son la principal baza para llegar al espectador y dar a este cine una carga de verdad, al igual que lo hicieron el neorrealismo italiano o el actual cine iraní, con el que se emparenta esta cinta. A esa espontaneidad contribuyen igual-mente una galería de secundarios prodigiosa, entre los que se po-dría incluir incluso a un perro dogo bien enseñado, noble y sencillo como su amo.
La puesta en escena también es minimalista, y como el desnudo paisaje de la Patagonia vienen a reafirmar ese intento por llegar a lo esencial de la persona: al quitarles toda artificiosidad y apariencia a sus personajes, así como el más mínimo poder, riqueza o inteligen-cia, acaba quedándose con lo más valioso de la persona: su cora-zón, su bondad, su sentido de solidaridad. La banda sonora de Ni-colás Sorín sostiene delicada y eficazmente estos fragmentos de vida, y contribuye poderosamente a que los buenos sentimientos emerjan sin sentimentalismos ni empachos.

El enfoque social también está pre-sente en esta cinta de Sorín, con unas lastimosas situaciones de paro o de reconversiones laborales mal lle-vadas. No parece que se trate de un drama aunque la realidad lo sea, por-que la situación de este hombre de 52 años y sin trabajo no está enfocada con amargura ni odio: no se pone el acento en las circunstancias injustas que hayan contribuido a ello, ni se cargan las tintas en los posibles cul-pables, porque se prefiere mirar al in-terior del protagonista y confiar en los recursos del hombre para superar las dificultades..., porque el propio Sorín, como Coco, prefiere mi-rar hacia adelante con esperanza y optimismo. Nada que ver con tantas cintas cargadas de escepticismo y nihilismo como llegan del viejo continente. Una historia sencilla y conmovedora que se llevó el premio de la Federación Internacional de Prensa Ci-nematográfica (FIPRESCI) en el último Festival de San Sebastián.

4 estrellas

El Bonaerense (2002)



El bonaerense narra la historia de Enrique Orlando Mendoza, el Zapa para los amigos, un humilde cerrajero de provincias que se convierte, por esos azares que tiene la vida, en agente de la Policía Bonaerense.
A dicha conversión está dedicado el primer tramo de la película, que funciona como introducción y es lo mejor, por varios cuerpos, del segundo largometraje de Pablo Trapero (cuya opera prima, Mundo grúa, hizo que casi todos mis colegas empezasen a llenar sus bocas con eso que aún las ocupa: el nuevo cine argentino, versión siglo XX al XXI). Debo decir que los azares no son tales: Mendoza revienta una caja fuerte por encargo de su jefe en la cerrajería, quien le "hace la cama" y se borra, de modo que a poco de empezar nuestro protagonista es apresado por la Bonaerense. Poco después, un tío suyo, que ha sido parte de esa fuerza con rango de principal, entra a mover contactos para hacerlo zafar del brete. La primera consecuencia de esta operación (de punta a punta ilegal) será la libertad del sobrino. La segunda, que se impone muy naturalmente, será su incorporación a la Policía Bonaerense. Este fragmento inaugural dice más sobre la maldita policía (y sobre la forma en que funciona el mundo) que todo lo que tenemos por delante.
Entre muchos otros entes que han sumado esfuerzos para El bonaerense figura Pol-ka, la productora que acumula más experiencia en lo que se refiere a colaborar con la policía real para nutrir de verosimilitud a la policía de ficción (desde "Poliladron" a "099 Central", con todo lo que hubo en el medio). Estas colaboraciones nunca han sido del todo gratuitas para la ficción. Más allá de las obligadas menciones en los créditos, lo que siempre dominó en las tiras fue otra clase de agradecimientos, bajo la forma de pinceladas más o menos complacientes con diversos rasgos de la institución policial. No se trata de juzgar, sí tal vez de comparar, y en cualquier caso de tomar nota, porque esas pinceladas vuelven a hacerse presentes. Ya durante la instrucción del Zapa, es decir a lo largo del camino que lo llevará de aspirante a agente de la Bonaerense, entra en pantalla un oficial que quiere hacer el duro pero no le sale (y no al actor, sino al guión). Les dice larvas, es más o menos bruto, pero qué va, ¡he tenido profesores mil veces más tiranos en el secundario! (y atenti que no lo hice en el Liceo Militar).
Después, y por mucho rato, todo se parece justamente a las tiras de la tele: una mirada desde adentro, pero en todos los sentidos, a la policía (en este caso bonaerense), que al fin de cuentas aparece como una gran familia, con sus ovejas grises por supuesto –y más bestia que otras, desde ya–, pero familia al fin. Para entonces uno empieza a retorcerse en la butaca. No es que se acuerde de esos títulos que tuvieron a Palito Ortega y Carlitos Balá por animadores... pero más o menos. Y definitivamente se pregunta: ¿Pero cómo? ¿Y la corrupción (juego clandestino, droga, prostitución, coimas de todo tipo)? ¿Y el gatillo fácil? ¿Y las conexiones (turbias y más turbias) con el poder económico y político? Lo primero que aparece de todo esto, y aparece bastante tarde, es la corrupción. Concretamente: dos agentes levantan una coima consistente en... dos pandulces. Téngase en cuenta que estamos a horas de Noche Buena, y uno de ellos se lo donan al protagonista. Este es el momento más aciago de toda la película. A esta altura, los silencios ya me habían empezado a resultar vacíos; y las secuencias de enlace, largas.
Es cierto que más tarde aparecerán otras manchas... pero qué quieren que les diga: casi todas con fórceps. El gatillo fácil, por ejemplo, sólo cobra de víctimas a jóvenes que, previamente a los tiros, ejercen algún tipo de resistencia o agresión a la autoridad. Y más aun: que son el arquetipo, por no decir estereotipo, del marginal/delincuente, del tipo jodido y de mirada torva, del que "se la buscó", del que mal anda y mal acaba o, si prefieren, del que "algo habrá hecho". También están las rondas de "recaudación", toda una institución dentro de la institución, en las que el poli cobra coimas pautadas y mensuales, como si fueran impuestos, para financiar al comisario y la comisaría. Pero el comisario (la comisaría) es el techo absoluto, el límite infranqueable de El bonaerense. Ni una palabra, ni una imagen, sobre las conexiones con el poder político. Y sin el poder político (de concejales para arriba, y muy hasta arriba) no se puede entender en absoluto a la maldita policía. Ni las coimas (que son la contracara del presupuesto "oficial", minúsculo, que perciben todas las reparticiones), ni el gatillo fácil (casi siempre en connivencia con los punteros), ni la impunidad (que garantizan jueces y políticos), ni nada.
Pero volvamos a lo que hay, no a lo que falta. Otra cosa que hay es, nuevamente, el estilo de Pablo Trapero para dirigir a los actores y plasmar los diálogos. Me refiero a la libertad (a mi gusto, no muy bien entendida) para las improvisaciones, y a una inclinación ilimitada por la frescura de primera toma (o qué sé yo, de segunda), que derivan en yerros de léxico, reiteraciones, balbuceos y etc. En otras palabras: en bocadillos en los que lo único fresco, o lo más fresco, es aquello que debería permanecer oculto (es decir: la presencia de un actor tratando de decir lo suyo). Si para muestra basta un botón reparen en ese vigilante que tiene que decir "me voy", y dice "me pego el palo"... cuando debería haber dicho "me tomo el palo". De estas hay miles. Más acá del abordaje de la temática institucional-policial, es esto último lo que quita fluidez a El bonaerense en cuanto "historia humana", o narración centrada en personajes.
Con todo y pese a todo, Jorge Román (el formoseño que hace al Zapa) redondea un trabajo formidable.

4 estrellas

jueves, 5 de marzo de 2009

Historias mínimas (2002)



Con una escasa filmografía, Carlos Sorín ha demostrado ser uno de los más interesantes directores del cine argentino. La película del rey (1986) llamó la atención por su originalidad, creatividad y proyecciones metafóricas sobre la creación artística posible en un país como el nuestro, y ganó numerosos premios. Siempre se negó a estrenar en Argentina su segunda obra, Una eterna sonrisa de New Jersey, filmada en los Estados Unidos, por considerarla una frustración personal. Después, durante quince años se dedicó exclusivamente al cine publicitario. En Historias mínimas, vuelve a demostrar que es una especie de Rey Midas del cine, con una película sólida, emocionante, que nos permite un momento de felicidad.
Una vez más, como en las oportunidades anteriores, Sorín filma en la Patagonia, que ya parece su ámbito natural. Entre el paraje Fitz Roy y Puerto San Julián, el camino que atraviesa parte del desierto con sus larguísimos horizontes es el escenario donde se desarrollan historias pequeñas de varios personajes menores, mínimos en esta vida cotidiana.
Se trata de una road movie sobre personajes sencillos y reales que viajan tras una ilusión. Don Justo es un viejo que deja su casa y sale caminando en busca de su perro extraviado, que alguien ha visto en San Julián, 400 kilómetros más al sur. La distancia no es obstáculo para este hombre que debe saldar algunas cuentas con su conciencia. El viento lo llevará a cruzarse con Roberto, un pintoresco viajante de comercio que carga en su coche una torta de cumpleaños para el hijo de un posible amor. Al mismo tiempo María, una chica muy humilde que okupa el edificio de una vieja estación de ferrocarril, sabe que ha salido sorteada en un concurso televisivo y también se dirige a San Julián con su bebé en un colectivo, atraída por las falsas luces de la televisión. En los inmensos espacios patagónicos los personajes –al igual que su deseo– van creciendo con los largos kilómetros, sometidos sin embargo a las maniobras del destino.
Durante esas jornadas de viaje se ponen a prueba las señales de solidaridad, de comprensión y de humanidad de la gente patagónica. En parajes donde suele no pasar nadie en mucho tiempo, la compañía obligada en cada escala es la televisión, siempre encendida como un personaje más en escena. Sorín elabora una sutil y aguda crítica a lo peor de la televisión satelital, que inunda la Patagonia con situaciones –mundos– que nada tienen que ver con lo que ocurre aquí.
Historias mínimas es un bellísimo film que habla sobre las posibilidades de un cine sin estridencias, sin la utilización, incluso, de ciertos detalles de grandilocuencia presentes en las películas anteriores de Sorín. Al contrario. Las historias son mínimas y no llegan a constituir una épica, pero tienen tal significación humana y emocional que provocan la inmediata identificación del espectador, y su solidaridad sin condiciones. Y que el título no engañe: esta película está muy lejos del minimalismo de moda entre tantos nuevos directores argentinos.
Es notable el trabajo de casting que realizó Sorín, que viene a desmentir a quienes consideran imprescindible la presencia de actores consagrados para lograr una buena película. Después de una búsqueda y selección amplísima de actores no profesionales en varios puntos del país, el guión –excelente trabajo de Pablo Solarz– fue terminado en función de los actores elegidos, y muchas escenas fueron filmadas en tomas únicas. Así, el hombre que interpreta a don Justo es un mecánico jubilado de Montevideo, la joven que corporiza a María es docente de música en Santiago del Estero, un chamamecero de Corrientes interpreta a Don Fermín, el panadero y la mujer que fabrica tortas en su casa hacen de sí mismos, y todos ofrecen actuaciones óptimas, aportando a sus personajes una frescura y naturalidad nada profesionales. Junto a ellos, la directora de cine Julia Solomonoff concreta su primera actuación ante cámaras, mientras que Javier Lombardo, actor de El descanso y cortos publicitarios, da al personaje de Roberto la variedad de matices cómicos y emocionales que lo hacen absolutamente atractivo y creíble. Y son tan interesantes los tres protagonistas como los personajes secundarios que encuentran en su camino.
Sorín orienta su mirada hacia los valores humanos perdurables, eternos: la comprensión, la solidaridad, la ingenuidad, el sostenimiento del deseo y la ilusión, en un país y un momento en que podrían parecer una utopía.

5 estrellas

Pequeña miss sunshine (2006)



En su sencillez reside su belleza, muchos dirán que es una película más sobre familia disfuncional vista mil veces, pero Pequeña Miss Sunshine tiene algo más que la hace especial, algo difícil de explicar, pero que te atrapa hasta el final de película. Insisto en que Pequeña Miss Sunshine después de verla te deja una cierta sensación de Deja-vú y que puede que se parezca a muchas películas que hemos visto con anterioridad, pero tiene algo especial que hace que durante toda la duración del film lo pases realmente bien, un rato bastante agradable que con el final y el paso de los minutos es una sensación que aumenta y tras verla creo firmemente que es debido a sus peculiares personajes que conforman la familia Hoover, una madre que lucha porque todo sea perfecto dentro del núcleo familiar, un padre que se dedica a vender métodos de autoayudas siendo un total perdedor, el tío que se intentó suicidar, el hijo adolescente asqueado por lo que le rodea, que tiene como mayor ídolo a Nietzsche y no habla para conseguir su meta, el abuelo que le da a la heroína y mantiene una peculiar y encantadora relación con su nieta, que es la que se presentara al concurso de belleza en un alocado viaje en el que se verán involucrados todos los miembros de la familia. La película resulta muy atractiva estéticamente, con una fotografía muy colorista y una dirección elegante en el debut de la pareja de los noveles directores Jonathan Dayton y Valerie Faris. Los actores que dan vida a todos y cada unos de los miembros de la familia están geniales, destacando por encima el papel de la pequeña Abigail Breslin y un brillante Steve Carrell. Se trata de una película amable, sincera y divertida pero a la vez dura y macabra capaz de pasar de una sonrisa a una carcajada fácilmente, una historia de unos perdedores triunfadores. Una patada en la boca al sueño americano, a las ansias de triunfo y el culto a la belleza, un canto a la normalidad y una película que nos recuerda lo subjetivo que es algo como el éxito o el triunfo.

4 estrellas

Chupadedo "Thumbsucker" (2005)



"Thumbsucker" es un comecocos. Está bien dirigida e interpretada. Incluso tiene un final rompedor en el que un personaje aprende que lo “normal” es un mito y que las faltas de la gente son precisamente lo que los hace humanos. Incluso la historia tiene un lado emotivo. Quizás las familias de clase media atrapadas en sus barrios conformistas se han convertido en algo demasiado básico en el cine americano. El nuevo ángulo aquí es el chuparse el dedo como metáfora de trastornos psicológicos sobre la propia identidad y los sentimientos hacia lo inadecuado.
El guionista y director Mike Mills, un documentalista, diseñador gráfico y director de videos musicales ha reunido a un impresionante reparto para su primer trabajo. Tilda Swinton y Vincent D’Onofrio interpretan a los preocupados padres. Vince Vaughn es un conflictivo profesor de debate en el instituto. Keanu Reeves y Benjamin Bratt aceptaron interpretar pequeños y peculiares papeles. Y el joven Lou Pucci, que interpreta al personaje protagonista, se muestra como una promesa. Pero si el poder de los actores podrá vender esta dramática y tibia película a un público adulto para ver en reuniones en casas de arte es una pregunta peliaguda.
La película, basada en la novela de Walter Kim, comienza con una familia de Oregón, preocupada por el hábito de chuparse el pulgar de su hijo mayor, Justin. Durante el transcurso de la película, se le encuentran varios sustitutos o remedios para elminar el problema superficial pero fracasan al enfrentarse con su ansiedad interior por su “anomalía” y teme que mamá, a quien él cree insatisfecha con él y con su nada cariñoso marido, les abandonará.
Su dentista de la New Age, el Dr. Lyman (Reeves) hace terapia de hipnosis con él e instruye a Justin en que saque su fuerza de su “poder animal”. Cuando aparece la hiperactividad, los directivos de la escuela tratan a Justin con Ritalin, un medicamento. De repente, se convierte en un campeón del debate, que se lanza a la yugular en cada ocasión. (No muy pronto en la película se establecen esas notables aptitudes cognitivas y lingüisticas así que más o menos se puede decir que aparecen de nadie sabe dónde).
Abruptamente abandona el equipo de debate cuando deja las pastillas y se centra en la chica de la que está enamorado, Rebecca (Kelli Garner). Ella le ofrece marihuana y juegos sexuales como otro sustituto para su vicio de chuparse el dedo.
Al final, Justin se adapta a sus demonios y a los de sus padres y se da cuenta de que la "respuesta" es que no hay respuesta. El film retrata la banalidad como una profunda percepción.
El director de fotografía, Joaquin Baca-Asay filmó con lentes anamórficas asi que se consigue una visión real de la comunidad del barrio que rodea a estos personajes y las presiones sociales que tienen que soportar. El film tiene un sentido naturalístico que cada uno puede reconocer en que, si, esta es la manera en que se vive la vida entre ciertas familias blancas de clase media hoy en dia en Estados Unidos. Pero en algunos momentos se echa en falta el drama.
El equipo de Mills ha conseguido una película independiente que parece tan bien acabada como cualquier producción de un estudio.

3 estrellas

Lars y una chica de verdad (2007)


De la mano del debutante Craig Gillespie (Cuestión de Pelotas), nos llega la historia de Lars, un joven con bastantes problemas sociales.
Cierto es que la crítica la ha visto con muy buenos ojos, y ha obtenido varios premios y nominaciones, incluyendo la nominación a mejor guión original en los Oscar. Si bien, yo encuentro abusivo insistir en el tarado entrañable, ya que acaba por ser cansino, justificar y maquillar una enfermedad, y crear una tendencia a exagerar las situaciones y patologías.
Lars (Ryan Gosling) es un joven de 27 años con una sociabilidad más que limitada. Su hermano y cuñada intentan que pase más tiempo con ellos, a la vez que una compañera del trabajo insiste en invitarle a salir, a pesar del vacío que él le hace. Su hermano le propondrá venirse a vivir con ellos, y grata es su sorpresa cuando avisa que traerá una amiga a vivir. La alegría se volverá preocupación cuando vean que Bianca, la chica nueva, es una muñeca hinchable a la que Lars trata como una persona.
La doctora del pueblo les aconsejará seguirle la corriente ya que posiblemente sea un estado transitorio, cosa que implicará al resto del pueblo en la locura de tratar a Bianca como una persona. A su vez, el amor hará acto de presencia entre la pareja, pero Bianca es una chica que cuida mucho su imagen, creyente, y más allá del respeto no irá la relación.

Y aquí empieza el gran problema de la película, ya que ni es un drama ni una comedia, es otro film independiente más que intenta ambas cosas y en ninguna funciona. La actitud del pueblo hacia la muñeca más que cómica es inverosímil, y poco se incide en el drama de un chico con un trastorno tan grave.
Recuerda a la historia de Robin Williams en Desmontando a Harry, que al desenfocarse el decide comprar gafas a toda su familia en vez de hacer frente a su problema. Y en éste caso, la actitud del pueblo sobrepasa la exageración y sólo la visión de la muñeca a bordo de la ambulancia, entrando en urgencias como otra persona más llega a producir risa, pero el resto carece de comicidad, cómo si la sola imagen de Bianca en una fiesta debiera provocar risas.
Si algo ayuda al film, es la impresionante interpretación de Ryan Gosling, que carga sobre su espalda hacer creíble tal problema, y mostrar sentimientos hacia una muñeca hinchable, mientras que el resto cumple simplemente. La banda sonora repite la misma canción una y otra vez, y en pocas ocasiones (o nunca) acabamos de sentir a Bianca como un personaje.

Por lo demás, no deja de ser un film entretenido, atrevido en la propuesta, pero difuso en la ejecución, intentando abarcar más de lo que puede y acabando por ser sencillo. La baza que juega consiste en hacernos sentir como cercanos los personajes, pero éstos resultan excesivos y la historia queda en anecdótica y relativamente consistente. Para algunos una gran historia, para otros una patochada sin sentido.
En definitiva, engrosamos la lista de films de bajo presupuesto sobre personas problemáticas que buscan un hueco en el corazón del espectador.

4 estrellas

Con amor, Liza (2002)



Frente a aquellos que deciden apearse de la vida –algo que no necesariamente es sinónimo de sui-cidio, aunque en este caso así sea–, la otra cara de la moneda, de la tragedia más bien, viene re-presentada por los que se quedan, por los que continúan rodando, ahora por inercia, a lo largo de la carretera después de haber perdido a un ser querido que se ha lanzado contra el arcén, y no pueden evitar seguir mirando por el espejo retro-visor aquello que queda atrás. Los que se quedan son, en definitiva, los que siguen vivos para sufrir. El vacío físico se llena pronto de desconcierto, de dolor y, tal vez lo que es aún peor, de lacerantes preguntas que vienen a cuestionar motivos, responsabilidades y culpas... Y ya se sabe que para remover estas sinrazones, cada uno se constituye en su peor ene-migo. Eso es "Con amor, Liza", ópera prima de Todd Louiso: la reacción pos-terior a la desgracia que experimentan el marido y, más secundariamente, la madre de Liza, una joven que se ha quitado del medio por voluntad propia de-jando una carta de despedida para su esposo, dentro de un sobre que éste no se atreve a abrir.
Tras esta muerte repentina y aparentemente inexplicable, el protagonista, Wil-son Joel, un diseñador de páginas web, también suelta las riendas de su vida, refugiándose en los vapores de gasolina y siguiendo la estela de un grupo de aficionados a las competiciones por control remoto de barcos, coches y avio-nes a pequeña escala.
La gasolina es, en realidad, el leit motif de la película, el asunto que le da consistencia temática, ya sea como medio o como metáfora. Como se nos insinúa, Liza le dijo adiós al mundo encerrada en el garaje de su casa, respirando el gas que vertía el tubo de escape de su automóvil. Es también la droga que inhala Wilson para mantenerse alejado de la dura realidad, devinien-do un adicto. Es el combustible (en este caso, un producto sintético) de ese avión de juguete que quiere emprender el vuelo, pese a que nunca llegue a hacerlo. Y es, en los minutos finales, un vehículo para la redención que deja abierta la puerta a una nueva posibilidad de vida. Así, el fuerte olor a gasolina impregna la cinta, y se convierte en ese "chivato" que llama la atención de los conocidos de Wilson, quienes ignoran todavía su dependencia.

Se puede reconocer en "Con amor, Liza" un notable retrato del "después de", una radiografía hecha de silencios, movimientos cansinos, hábi-tos abandonados, rostros apesadumbrados y fati-gados, ojos hinchados y enrojecidos, camas de matrimonio vacías que son substituidas por man-tas en el suelo, neveras que sólo exhiben en sus estanterías bidones de gasolina, largos viajes por carretera y paradas obligatorias en las estaciones de servicio para "repostar"... Y en ese ajustado retrato del desmoronamiento, del sufrimiento y del miedo tiene mucho que ver la brillante composi-ción y el saber hacer de Philip Seymour Hoff-man, uno de los mejores actores de su gene-ración, que con este papel deja de ser un se-cundario de lujo para convertirse, con toda probabilidad, en la tabla de salvación de este proyecto... pero menuda tabla de salvación: excelsa. Por-que, lamentablemente, igual que no se puede construir una novela en base a una única frase descriptiva, repetida a lo largo de sus páginas, tampoco una película puede llegar a avanzar demasiado colmándola de sucesivas instantá-neas de un mismo motivo. Y en eso falla el presente film, en que no hay una trama que desarrollar. Apoya todo su peso dramático y su evolución en la ima-gen patética que nos ofrece este nuevo viudo, en los desencuentros con su suegra Mary Ann (la estupenda pero aquí desaprovechada Kathy Bates), en los despropósitos que hace y dice bajo los efectos de su particular narcótico, buscando en ocasiones una risa que aligere la tensión pero que, personalmen-te, se me antoja difícil evocar...
"Con amor, Liza" es una película triste, doliente, opaca, algo desperdi-gada y confusa, muy en consonancia con el estado de ánimo que arrastra su personaje central, y con las canciones intimistas y melan-cólicas de su banda sonora. Esto se logra mediante un tiempo remolón, una narración un tanto inconsistente e irregular y, en gran medida, a través de pla-nos que siguen de cerca la degradación y el hundimiento del deprimido Wilson. Si ése era su objetivo, lo cumple. No obstante, la falta de acontecimientos con más fuste que hagan progresar el relato, la entrada de algunos caracteres se-cundarios no del todo justificados, el ritmo pausado y la imprecisión en el tono, lastran el resultado final, algo que se percibe ya desde los primeros minutos de la cinta y que se va confirmando a lo largo del metraje.
"Con amor, Liza" recibió el Premio al Mejor Guión en el Festival de Sundance 2002, responsabilidad de Gordy Hoffman, hermano de Philip Seymour. Sin embargo, se trata de un libreto al que todavía le falta limar muchas asperezas y rellenar bastantes huecos, y que, si no hubiera contado con estos dos mag-níficos intérpretes para darle vida, mucho me temo que la cosa hubiera perdido puntos de forma irremisible.
Es imposible que yo desaconseje una película protagonizada por Philip Sey-mour Hoffman y más si se encuentra en pleno estado de gracia como aquí. Pe-ro huelga decir que si "Con amor, Liza" llega hasta donde llega, es gracias al trabajo de este impresionante actor. Si no se encontrara a la cabeza del repar-to, este título podría hacerse bastante prescincible.

3 estrellas